La conquista española del suroccidente colombiano fue un proceso largo, conflictivo y profundamente violento. Más allá de las narraciones heroicas que exaltan a los conquistadores, es importante comprender los intereses, estrategias y consecuencias reales de esta expansión colonial. El caso de la fundación de Pasto y la ocupación de los territorios de los Quillacingas, los Pastos y otros grupos indígenas de Nariño permite ver con claridad las múltiples caras de la conquista: desde la ambición territorial hasta el trauma social y cultural impuesto a los pueblos originarios.
Motivaciones
La colonización no fue un accidente ni una simple expedición aventurera. Fue una empresa motivada por el deseo de expansión territorial, la búsqueda de riquezas, el control de rutas comerciales y la subordinación de nuevas poblaciones. Los conquistadores veían los valles fértiles, como el de Atris, como territorios ideales para establecer dominios permanentes. Además, la densa población indígena garantizaba una abundante mano de obra para el sistema colonial que se instauraría después.También se ha planteado que algunos relatos sobre el oro en poder de los pueblos costeros (como los Tumaco) pudieron incentivar la exploración hacia el interior andino. Aunque muchas veces el “oro” no era literal, estas creencias alimentaban las decisiones estratégicas de figuras como Sebastián de Belalcázar, quien buscaba legitimar su poder fundando ciudades en nombre de la Corona.
Violencia y Despoblación
Los métodos de estos conquistadores incluían el uso del hambre, la esclavitud forzada, el castigo ejemplar y el desplazamiento de comunidades enteras. Incluso hay registros que señalan como en la provincia de Popayán se utilizaban indígenas como alimento para perros de guerra (una imagen atroz pero documentada en algunos relatos).
Justificaciones ideológicas
Estas representaciones se repitieron en numerosos documentos oficiales y cartas de autoridades coloniales, que pintaban a los indígenas como “gente miserable” o “nueva”, incapaz de entender las cosas de la fe. A través de estas narrativas, se naturalizó su explotación y se construyó una imagen del conquistador como redentor.
Encomiendas
En la región de Pasto, cerca de 8,000 indígenas quedaron repartidos entre apenas 28 encomenderos. La concentración de poder en tan pocas manos muestra cómo la conquista no solo desestructuró los sistemas tradicionales de vida, sino que instauró una nueva jerarquía basada en el despojo, la dependencia y la violencia estructural.
Un legado difícil de borrar
La conquista no fue un hecho aislado, sino el inicio de siglos de dominación, desigualdad y resistencia. Los pueblos indígenas sobrevivientes no desaparecieron, sino que transformaron sus formas de vida, resistieron de múltiples maneras y dejaron una huella indeleble en la cultura regional. Comprender la conquista desde sus múltiples dimensiones es fundamental para tener una mirada crítica del pasado y construir una memoria histórica más justa.